Tras currar sin (casi) descanso de lunes a viernes, el fin de semana ha dado de sí como para comprar un par de trapos (y alguna cosa más) en las rebajas y celebrar la comida de San Francisco de Sales (patrono de periolistos y escritores; es decir, haga lo que haga, no me libraré de él) con la Asociación de la Prensa de por aquí; por desgracia, también ha dado como para hablar de la incertidumbre en la que estamos por la puta crisis, y que nos hace temer por nuestros empleos, sobre todo a los que seguimos siendo "el nuevo" en la sección que ocupamos. Y ya me jodería quedarme sin trabajo cuando por fin parece que me atrevo a echar raíces en este lugar, pero poco puedo hacer para evitar irme en el paro: sólo escribir las noticias lo mejor que pueda y rezar.
Pero esta Página no es Negra para estar acorde con estos deprimentes pensamientos. Está Página es Negra para hacer juego con la clase de entretenimiento audiovisual que me pone (no os diré cómo; sólo os diré que 'no de esa manera, malpensados') y que en ella comento. Y hoy nos toca gozar de la siguiente entrega de Los mitos de Chzo. Pero antes, un breve consejillo publicitario:
BOICOT A LOS PRODUCTOS ISRAELÍES
Porque matar a cerca de 1.000 personas,
incluyendo mujeres y niños,
no es una respuesta proporcionada
Es una salvajada
Es una atrocidad
Es algo que sólo hacen los hijos de la gran puta
Y miren, he sido capaz de decirlo
sin la obvia invocación a Godwin
Visto el consejo publicitario, 100% aprobado por el Pequeño perdedor, comencemos con el asunto.
Si encuentras un ataúd en el cosmos... ¡déjalo flotar, atontao!
Capitán, el sistema operativo de la nave me da mal rollo.
Han pasado casi cuatro siglos desde que Trilby y sus aliados circunstanciales escaparan a su encierro en la mansión DeFoe. Su historia se ha ido perdiendo en las nieblas del tiempo y la leyenda, mientras la humanidad progresaba hasta alcanzar las estrellas. La escasez de materias primas ha obligado a la raza humana a remozar viejas naves para mantenerlas en buen funcionamiento, antes que hacer otras nuevas; una de dichas naves es la Mephistopheles, dedicada a la exploración, y cuyos seis tripulantes afrontan ahora la misión de elaborar un mapa de la galaxia Caracus.
Es el 27 de julio de 2385. El psicólogo de a bordo, Jonathan Somerset, acaba de tener una sesión con William Taylor, el médico y oficial más bisoño de la Mephistopheles, acerca de su sensación de no estar a la altura del puesto. Justo al salir de su oficina, Jonathan escucha un aviso por megafonía, llamando a todos los tripulantes a la sala de conferencias en la cubierta de operaciones. Al encontrarse con el ingeniero de la nave, Adam Gilkennie, Jonathan no puede evitar preguntarle si tiene idea de a qué se debe esta llamada, a lo que este responde que "tal vez haya muerto alguien"; Adam no lo sabe todavía, pero su broma no va a tardar mucho en perder toda la gracia.
En la cubierta, los tres tripulantes ya mencionados y la segunda oficial de a bordo, Angela Garrett, escuchan con sorpresa el anuncio de su capitán, Barry Chahal: los sensores de la Mephistopheles han detectado un objeto a la deriva. La oficial de comunicaciones, Serena Kyle, les explica que es un prisma rectangular hecho de metal, lo que en un principio podría recordar a una cápsula criogénica... salvo porque no se han hallado signos vitales en su interior. Desde control central, los superiores de Chahal han recomendado que dejen pasar el objeto para que una nave cinetífica lo recoja y estudie; el capitán, por su parte, no piensa dejar pasar esta oportunidad de estudiar el artefacto.
Jonathan averigua por qué cuando Chahal le llama a su habitación para una conversación privada: el capitán va a retirarse después de esta misión, y preferiría hacerlo de una manera "mas memorable", como por ejemplo logrando establecer un primer contacto con alienígenas. A pesar de ello, Chahal reconoce que es muy poco posible que el objeto que han encontrado sea un artefacto de otra raza.
Y el capitán tiene razón, pero sólo porque el objeto es algo aún más extraño. Cuando Adam lo ha terminado de subir a bordo de la bahía de carga y la tripulación se disponen a abrirlo, Jonathan se da cuenta de que tiene una inscripción a un lado. En la inscripción dice: Aquí yace John DeFoe, por fin en paz. No interrumpáis su sueño. 11-9-1997. A modo de firma, el reconocible dibujo de un sombrero. Los tripulantes no saben que acaban de meter en su nave algo MUY PELIGROSO; lo que sí saben es que abrir las tumbas de los muertos está muy mal, así que deciden dejar el sarcófago espacial cerrado a cal y canto hasta que puedan entregarlo a una nave científica.
Jonathan es el único que sospecha algo raro, ya que es ridículamente improbable que un objeto de estas características, lanzado desde la Tierra en esa fecha, acabara en una galaxia tan lejana. Tal vez por eso, el psicólogo tiene esa misma noche una pesadilla en la que el ataúd se abre por si solo y algo empieza a salir de él. Jonathan se despierta en su habitación, y tarda unos segundos en tranquilizarse; pero al hacerlo, se da cuenta de que ya no se escuchan los motores de la nave...
Jason X, aprende de este amateur
Antes de dar un paseo espacial, hay que sujetarse a la barra de seguridad.
Cuando Jason X mancilló las pantallas cinematográficas, yo estuve entre los que echó espumarajos de indignación ante la idea de trasladar la agonizante saga de Viernes 13 al espacio. Meter a un psicópata sobrenatural en una astronave ya sonaba a un pozo de creatividad más seco que la llanura manchega en pleno agosto; convertirlo en la viva imagen del jefe final del Soldier of Fortune ya era motivo para gritar "¡VETE A TOMAR POR EL CULO, SEAN S. CUNNINGHAM!" con un megáfono. Ocho años después, no me avergüenza admitir que Ben "Yahtzee" Croshaw me ha demostrado que no tenía del todo razón, porque una idea tan disparatada puede funcionar si la pone en práctica alguien capaz de darle credibilidad.
Si 5 Days a Stranger era un homenaje a los psycho-thrillers de tinte sobrenatural como La noche de Halloween, las secuelas de Viernes 13 o algunas de las mejores obras de Dario Argento, 7 Days a Skeptic es una continuación de ese esquema en forma de carta de amor a Alien, el octavo pasajero. Yahtzee sabe manejar bien la claustrofobia del escenario, aún más marcada que en la primera parte (pese a que la nave es más grande que la mansión DeFoe), consigue mantener el suspense a pesar de que la mayoría de los jugadores ya saben en parte qué esperar del villano de la historia.
En favor de la historia también juega el elenco de personajes, más amplio que en 5 Days y con personalidades algo más tridimensionales en algunos casos. No es difícil sentirse implicado con ellos, y a la vez temer que estén bajo el influjo de la fuerza malévola del sarcófago o directamente muertos.
Y la jugabilidad también ha cambiado a mejor. Ahora, el clic izquierdo del ratón sirve para caminar por defecto, y las acciones de examinar, usar y hablar sólo aparecen en un menú contextual que se muestra al hacer clic derecho sobre un objeto, y en el que también está el inventario de objetos. De ese modo, solucionar los puzzles se vuelve bastante menos engorroso.
Eso no quiere decir que los puzzles sean fáciles. Siguen sin requerir grandes saltos de lógica, pero a veces resulta complicado saber con quién hay que hablar para continuar con el puzzle, o qué hacer en una situación sin salida aparente. Además, hay algunos momentos en el juego que introducen una novedad: persecuciones al estilo Clock Tower, con la salvedad de que eludir a nuestro perseguidor implica solventar otro puzzle. Tuve que recurrir a la guía del juego que Yahtzee tiene en su página (¡ATENCIÓN: LINK CON SPOILERS DE TODO EL JUEGO!) para lograr sobrevivir a la primera de ellas, porque el puzzle en concreto era bastante difícil de dilucidar.
Pero vale la pena afrontar esa complicación por disfrutar de 7 Days a Skeptic hasta su sombrío final, que incluye una sorprendente revelación que cambia la manera en la que vemos los acontecimientos que han llevado hasta allí. Además, un juego que ambienta el enfrentamiento final entre el protagonista y el monstruo con una versión en MIDI de Black Celebration se merece que hagamos la puñetera ola y le demos un Premio al Buen Uso de Música Ajena.