miércoles, 18 de febrero de 2009

Ghostwatch: bien jodidos en la nave del misterio

Mi vagancia natural, un catarro bastante jorobado que me ha quitado las ganas de hacer esfuerzo productivo y  Hombres de armas han sido los tres principales motivos de que esta actualización haya venido con un retraso imperdonable. Sospecho que el catarro ha sido el que más peso ha tenido de los tres, porque sufrir dos noches (no consecutivas, gracias a Dios) sin dormir por la fiebre y tener las vías respiratorias conquistadas por un shoggoth en miniatura (no corrosivo, gracias a Cthulhu) le arrebata a uno las ganas de todo lo que no sea sonarse los mocos, carraspear y perder el tiempo. Ahora que el catarro remite (gracias al MonEsVol) os voy a llevar al maravilloso mundo de la televisión pública británica a principios de los 90. No, no os asustéis, porque no va a ser nada aburrido: de hecho, como pronto descubriréis, va a ser incluso demasiado entretenido.

Tristanbraker, si no sabes torear, ¿pa qué te metes?

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Ghostwatch está patrocinado por "Clásicos del Terror".

Bienvenidos a la nave del misterio. Soy Iker Jiménez No, espera, eso no ha estado bien. Volvemos a empezar.

Bienvenidos a Ghostwatch, el nuevo programa de televisión de la BBC, que inaugura su emisión el 31 de octubre de 1992. El reconocido periodista Michael Parkinson nos llevará por el mundo del misterio y lo oculto a la manera que otro programa de la BBC, Crimewatch UK, nos ha llevado por los tortuosos senderos que trazan los malhechores de la más diversa índole. La actriz y presentadora Sarah Greene será la intrépida reportera de a pie, acompañada por un cámara y un técnico de sonido, mientras que su marido y también presentador, Mike Smith, coordina desde el estudio la entrada en antena de las llamadas de los espectadores para contar sus propias experiencias con lo paranormal. Suena a un buen plan para después de la cena mientras nos entra la modorra, ¿a que sí?

Y en algún lugar de la Tierra, Luis Alfonso Gámez se estaría mesando los cabellos. Si tuviera alguno.

Esa noche, el equipo de Ghostwatch va a realizar su viaje inaugural, en compañía de la parapsicóloga Lin Pascoe (Gillian Bevan), a "la casa más encantada de Gran Bretaña" (¿más que la del pueblecito al lado de Hogwarts?), donde Pamela Early (Brid Brennan) y sus hijas Suzanne (Michelle Wesson) y Kim (Cherise Wesson) sufren el acoso cotidiano de un poltergeist, al que apodan "Pipes" (Cañerías) porque los ruidos que causa se parecen a los que a veces producen las cañerías. Sarah y su equipo van a pasar la noche con la familia, a escuchar la historia de las terribles experiencias que han sufrido a raíz de este extraño fenómeno; mientras tanto, fuera de la casa, el cómico Craig Charles (Red Dwarf) pondrá la nota alegre del programa, sirviéndose de su natural guasa y gracejo para hablar con los vecinos sobre lo que pasa en la vivienda. Un completo equipo de cámaras y sensores de todo tipo monitorizan la casa para garantizar que, suceda lo que su ceda, la audiencia no pierda detalle de lo que realmente sucede en la casa.

Y en algún lugar de la Tierra, Luis Alfonso Gámez se da de cabezazos contra la pared y maldice la credulidad del ser humano; pero tras unos segundos, decide que se va a limitar a las maldiciones, dado que no tiene ganas de deformarse el cráneo por una tontería tan gorda.

Durante la noche también habrá testimonios ante la cámara de personas que han vivido una experiencia paranormal, y el programa equilibrará la balanza conectando con el doctor Emilio Sylvestri (Colin Stinton) para que les cuente su opinión sobre el asunto, que no es otra que: mentiras, patrañas, trolas y ganas de llamar la atención por parte de la familia. Y tras un buen rato de ominosas historias e inexplicables golpes en las paredes, la visión escéptica parece triunfar cuando, durante uno de los ataques de "Pipes", las cámaras acaban revelando que es la hermana mayor, Suzy, la que provoca los ruidos.

Y en algún lugar de la Tierra, Luis Alfonso Gámez sonríe aliviado y musita: "Vaya, por fin un poco de cordura y racionalidad, que falta hacía".

Claro que para entonces los telespectadores ya han empezado a notar bastantes cosas raras. Aunque hay llamadas que se limitan a contar sus experiencias con lo sobrenatural (o a gastar bromas estúpidas), la mayoría se limitan a advertir que en el primer clip que el programa ha puesto sobre el poltergeist, rodado en la habitación de las niñas, se puede ver una figura humanoide tras las cortinas. Las revisiones posteriores de la cinta parecen demostrar que no es así, pero las llamadas siguen... y la figura humanoide empieza a aparecer en breves flashes captados por las cámaras de Ghostwatch... y las llamadas de los televidentes adoptan un tono cada vez más alarmante a medida que describen a familiares que se han quedado literalmente hipnotizados por el programa... y uno de los testimonios telefónicos revela que la casa donde viven las chicas Early tiene detrás un macabro pasado... y...

Y cuando el programa haya acabado, Luis Alfonso Gámez hará lo mismo que los demás espectadores: chillar y chillar hasta que ya no les quede voz. O hasta que la tenga "otro".

¡Ah, ya me acuerdo, esto pasó con marcianos la otra vez!

La BBC no se hace responsable de la factura del tinte por quitar las manchas de popó. Avisados quedan.

Esperamos que disfruten con nosotros esta noche... y que no ensucien los pantalones. 

Cuando, según Wikipedia, Stephen Volk presentó a los jefazos de programación dramática de la BBC la idea de una miniserie basada en la investigación por parte de unos intrépidos reporteros de un fenómeno sobrenatural, que culminaría en su episodio final con un programa en directo en el que los reporteros descubrirían al fin la verdad tras el misterio, la productora Ruth Baumgarten le dijo que no lo veía claro y que prefería que lo hiciera como un especial para televisión de 90 minutos. Volk decidió entonces hacer un falso programa en directo, para reforzar la sensación de verismo y acojonar más el espectador. Y tuvo éxito, joder que si lo tuvo. El problema es que, además de convertirse en la producción por la que sería más recordado, también fue su mayor cagada profesional. ¿Por qué? No, no adelantemos acontecimientos, y veamos en su lugar cómo funciona la bestia que creó.

La apariencia de programa en directo de Ghostwatch está cuidada al dedillo. Contar con verdaderos presentadores de la BBC en varios de los papeles principales ayuda; tener a unos (en su mayoría) perfectos desconocidos en los roles ficticios de la historia también le hacía mucho bien en ese sentido. Y el que todos actúen de una manera convincente es otra bendición; no obstante, aquí tengo que empezar a poner el... ¿filme? ¿telefilme? ¿falso documental? a bajar de un burro, por cargar un poco las tintas en el personaje de Emilio Sylvestri y darle ese leve aire de "ja-ja-soy-escéptico-y-me-molo".

En otro orden de cosas, ¿cómo cojones hay gente capaz de creerse a Rappel o a Octavio Aceves? ¿Alguien me lo explica?

Repitan conmigo: soy un ser racional y me encanta haberme conocido. 

Sumemos al buen trabajo actoral el uso de equipo real de monitorización y vigilancia (y una simulación convincente de sus efectos en los casos en que todavía no existía), una fotografía igual a la de cualquier programa televisivo de no-ficción de la época y la total ausencia de música incidental, y es fácil imaginar cómo un montón de personas creyeron al principio que Ghostwatch era real; es decir, las que no vieron el intertítulo previo al show que advertía de que era una ficción, y tampoco llamaron al número en pantalla para que les dijeran "el programa es una ficción, pero cuéntenos su historia igual, que $eguro que no$ intere$a".

No quiero ni imaginarme la que se hubiera liado en la era actual del tono-politono con esto: millones de poligoneros fundiéndose el saldo en mandar sus opiniones al falso programa y rabiando porque no salen... Aunque seguro que Volk lo hubiera aprovechado a su favor. Esto, a ver, ¿por dónde íbamos?

En este punto, la gran desventaja que tiene Ghostwatch es que resulta demasiado convincente como programa morboso para televidentes sin demasiado juicio crítico; hay testimonios de supuestos espectadores que nada tienen que ver con el caso principal, digresiones en las que presentador e invitada charlan sobre las "interesantes" (*bostezo*) implicaciones del caso, conexiones con Sylvestri para que se mofe de la "himbestigazión paras... parach... de fantasmas" y tal, y tal, y pascual. El interés que uno pueda tener en lo que ocurre en pantalla durante ese periodo de tiempo depende en cierta medida de lo que le guste ver esa clase de programas.

Pero aunque no os gusten y parezca que el metraje se está volviendo, poco a poco, soporífero, hay pequeños huesecillos que el guión de Volk nos tira cada cierto tiempo: una silueta entrevista en la oscuridad, un reflejo breve en un cristal, o un suceso repentino que, sin tener necesariamente que ser sobrenatural, todavía no tiene una explicación clara. Agarrándonos a esos huesecillos, a los detalles interesantes del caso en sí y a nuestro propio instinto de patata apoltronada que con fruición devora la telebasura del sábado noche, podemos resistir sin muchas dificultades la primera mitad de Ghostwatch y llegar adonde empieza a ponerse la carne en el asador.

Y la salida para que el... vamos a dejarlo en "falso programa"... se deje de rodeos y empiece a sacar la artillería lo marca el "descubrimiento" del "engaño". Las obvias reacciones se producen en cada una de las partes implicadas (y Syvestri, mírale al muy hijoputa, qué satisfechísimo de haberse conocido parece ahora), el programa intenta salvar el culo pasando llamadas y vídeos de testimonios, y entonces...

Otros cazadores juegan con su presa; Depredador se mofa de ella ante millones de espectadores de toda la galaxia.

El fantasma no era tal fantasma: era... Depredador.

Y entonces, las llamadas de personas que creen haber visto una figura oscura en el primer vídeo se multiplican, y su descripción coincide con la ofrecida por una de las niñas en una cinta. Los fenómenos extraños se vuelven más frecuentes e intensos. Otros testigos llaman para hablar del pasado de la casa, y resultan tener algo muy feo que contar al respecto. Ghostwatch va pillando entonces ritmo y acelerando hasta culminar en un doble final y un epílogo de los que dejan huella hasta mucho después. Pero lo mejor de todo es que Ghostwatch logra mantener bien la tensión en las escenas que suceden dentro de la casa, sobre todo cuanto más avanza la trama, de manera que siempre estamos temiendo que ocurra algo terrorífico, incluso cuando al final no pasa nada; en parte eso se debe al mismo ritmo pausado que le perjudica algo en su primera mitad.

Esta combinación ganadora le plantó la BBC a sus pobres televidentes la noche de Todos los Santos de 1992. Y entre que la advertencia del principio se la perdieron los que llegaron con el programa empezado, y la advertencia telefónica se la perdieron los que encontraron la línea ocupada (había demasiada gente llamando al mismo tiempo), se produjo otra vez el desastre de La guerra de los mundos. Así y no de otra manera fue como Ghostwatch fue a la vez el mayor éxito y la mayor cagada de su creador.

¿Hasta qué punto llegó a apestar la mierda? Bien, repasemos: miles de personas se acojonaron. Un joven de 18 años con retraso mental, que vivía en una casa con problemas en las cañerías, se suicidó creyendo que "Pipes" se le iba a llevar. El British Medical Journal publicó en febrero de 1994 un estudio que mostraba, por primera vez, a niños con síndrome de estrés postraumático por haber visto un puto programa de la tele. Mejor aún: en respuesta al artículo, alguien avisó a la revista de que había al menos otros dos que también habían visto Ghostwatch y les había pasado lo mismo.

Luego había un mocoso de ocho años que también sufrió estrés postraumático, pero por ver el culebrón hospitalario Casualty, así que a nadie le importó una puñeta. Por lo menos así no vería Rebelde Way.

De esta manera consiguió Ghostwatch una merecida, a veces deseada y otras aborrecida, aureola de "programa maldito", que acabó motivando su salida en DVD hacia 2002. Así que ya sabéis: arread a la mula (no sé si captáis el sutil juego de palabras, guiño-guiño), aprovechad ese viaje a Londres que siempre quisisteis hacer para comprarlo, o traedlo de importación. Pasaréis más miedo que con cualquier bizarrada de Fríker, palabrita del niño Jesús.

Por cierto: ¿soy yo, o aquí está la inspiración, no sólo de El proyecto de la bruja de Blair y [REC], sino de La maldición?

2 comentarios:

Santos G. Monroy dijo...

Jejeje, Pequeño, habrá que echarle un vistazo a esta curiosa y macabra recomendación... Y, sí, tienes razón, por "Hombres de Armas" merece la pena olvidarse de compromisos y hasta pillar la gripe para leerlo de un tirón... ¡Saludos!!!

Fet dijo...

Me he quedado con la duda de qué coño haría Gámez al final.
Grandioso as usual.