lunes, 29 de marzo de 2010

El vagabundo en la lluvia, o de la conveniencia o inconveniencia de cumplir la sexta obra de misericordia

No puedo decir que mi propósito de Año Nuevo vaya muy bien, visto que estamos a finales de marzo y con esta sólo van cuatro entradas de La Página Negra en lo que va  2010; tampoco puedo decir que me fuera tan bien como esperaba mi visita a principios de mes a las Cromel, aunque eso tenga más que ver con mi natural taciturno (y con imbéciles borrachos que hacen como que roncan en el pabellón que hace las veces de dormitorio comunal). Pero por lo menos cumplí dos años en el trabajo hace unas semanas, así que no todo estará tan mal, ¿o sí?

Esté como esté, aquí estoy de nuevo, y esta vez pongo la mirada en el cine azteca, de la mano de un célebre director de las tierras de Pancho Villa, el general Santa Ana y los Molotov: Carlos Enrique Taboada. El hombre, a quien descubrí gracias a Braineater, es famoso por una especie de tetralogía inconfesa de películas de corte fantaterrorífico, pero la que hoy pasa por mis manos fue una incursión en el género que se apartaba tanto de sus temas comunes como del elemento sobrenatural, y lo hacía para sumergirse en las miserias de la clase alta… con la salvedad de que, a diferencia de un cineasta rojeras italiano cualquiera, él los espolvoreaba con una buena dosis de suspense y unas gotitas de sangre, que siempre hacen más sabroso el plato.

Diversión y muerte en la casita de la playa

Consiste en hablar y hablar de chorradas hasta que una se harta y se marcha... para que las demás aprovechen para ponerla a bajar de un burro.

He aquí una emocionantísima partida de Charleta Rusa.