domingo, 12 de febrero de 2012

Morrowind: antes que Dovahkiin, estuvo el Nerevarine

¿Todo bien en vuestras vidas? En la mía, por increíble que parezca, las cosas van por fin sobre ruedas, o al menos mejor que el pasado año por las mismas fechas. En menos de un par de semanas, si la cosa no se tuerce, comenzaré un nuevo trabajo, y estoy que no quepo en mí de gozo, ilusión y nerviosismo. Por otra parte, me siento bastante avergonzado de tardar tanto en actualizar el blog, pero tengo mis motivos; más bien, un solo motivo, y de él os vengo a hablar hoy. Aprovechando que ahora mismo sigue de moda el Skyrim, quinta entrega de la ilustre saga The Elder Scrolls, voy a tratar en profundidad las bondades (y fallos) de una de sus precuelas, la tercera parte de dicha saga, que me ha tenido la mayor parte del mes de enero (sin contar lo que ya lleva transcurrido de febrero) tan ensimismado como a muchos de vosotros las aventuras del Nacido del Dragón.

El regreso del héroe que fue y será

Miradle bien, porque es la única vez que le veréis dentro del juego.

Curiosidad: nuestro compañero en la nave-prisión acabaría siendo declarado santo por haber expulsado de Morrowind a los corredores de acantilado.

domingo, 5 de febrero de 2012

… y Dios en la de todos: retrato de la maldad cotidiana en menos de cinco minutos

En vista de que parece que en este bluaj hablamos más de videojuegos que de cine, y de que hace eones que no promociono el trabajo de mis colegas con impúdicos panegíricos, permitidme que os ofrezca, queridos lectores, un excelente cortometraje para que visionéis. … y Dios en la de todos, escrito y dirigido por una buena amiga de este blog, ofrece una deliciosa mezcla entre comedia negra y escalofriante radiografía de la maldad y de la falta de empatía que pueden desplegar las personas normales y corrientes. Disfrutadlo.

... y Dios en la de todos from Aranzazu T. Ferrero on Vimeo.

Y no preocuparse, que ya he empezado a escribir la siguiente entrada. Otra cosa es cuándo la acabe.

sábado, 4 de febrero de 2012

Esta no es la Redline que yo quería cruzar, señores

El primer mes del año ya llegó a su final, y atrás queda la alegría del día de Reyes y la tristeza de ver que la economía de este país, y la de todo el mundo, va tan de culo o más que el pasado año. Y eso sin contar la que produce ver desaguisados como el naufragio del Costa Concordia, la absolución de los cómplices de Miguel Carcaño en el juicio por la muerte de Marta del Castillo, la de el presidente Francisco Camps en el caso Gürtel, y todo lo que tiene que ver con la puñetera ley SOPA y con el cierre de Megaupload, aunque de eso último tal vez hable en un manifiesto/sarta de chorradas al estilo del que ya pergeñé hace un par de añitos cuando todo el jaleo de la ley Sinde. Y sin tener en cuenta, tampoco, el pesar que me produce mi propia tendencia a la apatía y al derrotismo, que sigue presente a pesar de tenerla más controlada merced a las maravillas de la ciencia psiquiátrica y farmacológica. Debe de ser que enero, al venir justo después de unas fechas de alegría y reencuentro con la familia y ser un mes invernal, siempre da más sensación de que todo es sombrío y chungo.

Y hablando de felicidad navideña, tengo que decir que la hubo a manos llenas durante mi visita a la familia. No sólo compartí fechas tan señaladas con mis padres y mis hermanos, sino que inicié a mis sobrinos en el maravilloso mundo de los juegos de rol con las Aventuras en la Marca del Este, confirmando de paso el teorema de Doña Pitu y Herberwest según el cual toda partida, sea al juego que sea, se convierte al cabo de unas pocas sesiones en una iteración de Fanhunter. En este caso particular, la fanhunterización se produjo desde la sesión inicial, con momentos tan memorables como el ataque de risa de mi sobrino pequeño al hacer un juego de palabras entre el nombre de la capital de Reino Bosque (Marvalar) y “malabares”, o la decisión conjunta de los cuatro chavales de rebautizar al malvado clérigo Cartaramûn, villano principal de la aventura introductoria que les dirigí, como “Carteraman”.

Pero esto no es un blog de rol (por ahora), sino de cine y videojuegos rarunos (o no rarunos, pero que “molen”, desde el punto de vista de este humilde juntaletras), así que corto ya con el rollo “Qué triste es mi vida, volumen LXXVII” y voy con la película de este post. A ver, ¿cuántos de vosotros conocéis Redline?

Parece un películón, ¿eh? Eso pensé yo, y por eso me dirigí ipso facto a Películas Yonkis a echarle el guante… para descubrir que la que habían subido con la ficha y la descripción de esta peli era otra Redline, rodada tres años antes que la japonesa, y que a su manera resulta tan interesante como ella… aunque no precisamente por sus virtudes cinematográficas.

Y cuanto más acelero, mayor hostiazo me pego

Y creedme: para ser una peli con aspiraciones taquillero-palomiteras, sus peculiaridades son grandes y numerosas.

Esta imagen bien podría ser un resumen gráfico de la película. Pero, al mismo tiempo, es incapaz de reflejar sus muchas y extrañas peculiaridades.